Autor: Óscar Torres Carrasco
Asociación Española de Esgrima Antigua
Bienvenidos a este nuevo artículo, que creo firmemente que os interesará, pues en este caso se trata de desenmascarar algunos de aquellos mitos y leyendas que la gente en general tiene asumidos como ciertos y que están lejos de ser reales. En muchos casos, nuestros conocimientos sobre este espinoso tema de las armas antiguas no van mas allá de lo que hemos visto en las películas, los libros de aventuras, e incluso los videojuegos. Hay algunas cosas que se han extendido porque se le ocurrieron a algún guionista inspirado de Hollywood y otras que son más bien "sabiduría popular" y que sabemos porque se lo oímos a alguien que a su vez nos decía que alguien le dijo que...etc, etc...
Espero que tras la lectura de estas líneas se le hayan aclarado las ideas con respecto a algún o muchos temas que conocía o creía conocer respecto a las armas antiguas, las armaduras, los ejércitos, batallas y demás asuntos históricos que tengan que ver con la esgrima como arte marcial.
Comencemos:
Mito 1: EL PESO DE LAS ARMAS.
Está extendido y es generalmente aceptado el concepto de que las espadas y demás armas medievales pesaban muchísimo, y que tan sólo los hombres más fuertes podían ser guerreros y manejarlas con soltura. He llegado a oír que la famosa Tizona, la espada del Cid, pesaba 11 kilos, y que sólo él podía manejarla. Además, para el profano en la materia es fácil llegar a esta conclusión por la sencilla razón de que nunca ha tenido una espada medieval auténtica en las manos, y porque si ha sostenido alguna espada casi con seguridad habrá sido una de las réplicas para turistas que fabrican en Toledo, y cuyo único objeto es servir como elementos decorativos; Estas "espadas" entre otros defectos serios, están cargadas de adornos y suelen pesar mucho, a causa de una construcción de cara a la galería, pensando únicamente en que la espada tiene que resultar espectacular.Si las espadas auténticas fuesen realmente así de pesadas, no las habría usado nadie. Pensemos en que a la guerra iban toda clase de hombres, de muy variada condición física, y que todos ellos podían portar espadas, sin ser necesariamente réplicas de un culturista. Todos estos hombres tenían que servirse de un arma que les permitiera un manejo suelto y flexible, además de rápido, pues en una batalla se está rodeado de enemigos y hay que moverse en todas direcciones con presteza. Además el arma debe permitir que se la use durante un espacio de tiempo razonablemente largo sin agotar a su dueño, pues un guerrero agotado es un guerrero muerto, y si no se usaba escudo, la espada debía cumplir tanto la función de ataque como la de defensa, permitiendo pasar de un estado al otro con rapidez. Si las espadas pesasen lo que la gente cree, sólo la podrían usar unos cuantos prodigios de la naturaleza, que a los dos minutos ya se habrían agotado y no sentirían los brazos, y que es probable que no durasen en la batalla más de medio minuto porque llevaban un arma que sólo les permitía atacar, sin apenas posibilidad de defenderse.
Los armeros medievales eran excelentes artesanos que experimentaban hasta conseguir espadas que combinaban a la perfección las cualidades de poder de corte, resistencia, equilibrio y ligereza, que no son nada fáciles de conseguir. Las hojas de las espadas estaban dotadas de acanaladuras o costillas para rebajar el peso, y además las hojas disminuían su grosor según se iban aproximando a la punta para aligerar aún más y dotar de un correcto equilibrado la espada. Las espadas eran cortantes, rápidas, ágiles, resistentes, flexibles y muy caras también. En ocasiones, por necesidades de la guerra, se fabricaban armas de inferior calidad en masa, para poder dotar a algún ejército con rapidez, pero estas espadas nunca fallaban en el aspecto de peso, sino que eran menos resistentes o cortantes, pero permitían que se las manejase con corrección en todo caso. El peso de las espadas que se usan a una mano está entre un kilo 300 gramos y un kilo 600. Las espadas de mano y media, un kilo 600 gramos y dos kilos, las grandes espadas de guerra, unos tres kilos, y los espadones de dos manos usados en el renacimiento rondaban los cuatro kilos y medio.
Por cierto, la espada del Cid era una Jineta árabe, que se usaba a una mano y cuyo peso no superará el kilo 700 gramos.
Por extensión, podemos incluir en lo antes mencionado a todas las demás armas medievales, incluyendo los escudos. También se tiende a creer que los escudos medievales eran grandes y de acero, muy pesados y resistentes. Las Hachas y lanzas, los martillos, las mazas, las armas de asta y demás nunca fueron artefactos demasiado pesados como para impedir su correcto manejo por parte de un hombre normal, y los escudos eran de madera, si acaso con la piel de un buey curtida y tensada encima. Si el escudo pesase demasiado al guerrero se le cansaría el brazo y al poco rato no podría alzarlo para defenderse de los ataques, aparte de que un escudo de madera bien construido se basta para detener los golpes de casi cualquier arma. Se hicieron escudos enteramente de metal, pero siempre eran modelos pequeños , como los broqueles, o versiones más pequeñas de los escudos heráldicos o de lágrima. Los escudos que usaban los ballesteros para guarecerse de las flechas enemigas mientras recargaban sus lentas pero potentísimas ballestas, y que les cubrían el cuerpo entero, se llamaban Paveses, y estaban hechos de mimbre.
Mito 3: LA ABUNDANCIA DE LAS ESPADAS EN LAS BATALLAS.
Se cree que en las batallas del medioevo abundaban las espadas, y es cosa común ver en las películas que los ejércitos medievales están formados sobre todo por infantes con espadas, aunque éstos sean una tribu o clan de desharrapados pueblerinos reclutados en última instancia. Esto es también falso. Como todos sabemos, ningún arma ha alcanzado el simbolismo y romanticismo de la espada; La espada es un arma, pero también un símbolo; La espada representaba el honor, la rectitud en el combate, el simbolismo del poder y otras cualidades caballerescas precisamente porque los que siempre solían portar espadas eran los adinerados caballeros. Las espadas son sin duda las más difíciles de construir de todas las armas blancas, y los espaderos expertos siempre han sido tenidos en la más alta estima, considerándose su arte como algo secreto, complicado y casi esotérico, que es transmitido de padres a hijos como el más valioso de los tesoros. Todo esto evidentemente era por algo, y es precisamente porque forjar una buena espada es algo tremendamente complicado, y el resultado tenía que ser muy caro por fuerza. Sólo los caballeros o guerreros con cierto poder adquisitivo, o bien los soldados pertenecientes a un ejército profesional y no de levas, podían permitirse tener una espada, a menos que la hubiesen rapiñado del cadáver de algún soldado enemigo, y éstas no eran ni mucho menos las armas predominantes en una batalla. Las hachas, las lanzas, las mazas y garrotes, martillos y segurones, las alabardas y picas eran mucho más abundantes, funcionaban igual de bien e incluso mejor para abatir a un hombre y eran mucho más baratas y fáciles de fabricar que las espadas, y accesibles para el hombre llano. La espada era la más valiosa posesión de su dueño precisamente por lo caras que eran, no por lo bonitas.Mito 7: LAS KATANAS JAPONESAS.
Este mito también está relacionado con el anterior, y efectivamente consiste en creerse que las Katanas, los legendarios sables de los guerreros Samurai, podían cortar absolutamente de todo de un solo golpe, incluyendo las hojas de las espadas del enemigo, las armaduras, y lo que se les ponga por delante. Efectivamente, los Nippon-to o sables japoneses están dotados de un tremendo poder de corte, pero en este caso, al igual que el anterior, lo que cortan bien es la carne, y nada más. Los sables japoneses están diseñados desde un principio para cortar por encima de todo, como cualquier observador avezado podrá comprobar. Son de un solo filo y hoja curva, para poder seguir cortando al deslizar la hoja por el cuerpo una vez alcanzado, tienen una empuñadura extraordinariamente larga que les permite un brazo de palanca considerable, y su punto de equilibrio está situado más adelante que en las armas europeas medievales, para potenciar la inercia en el momento del golpe y hacerlo más poderoso. Aparte de todo esto, los japoneses templan de una forma particular y única en el mundo sus espadas para conseguir un filo extremadamente duro y cortante. Todo esto combinado con las técnicas de Ken-Jutsu o esgrima japonesa, en las que priman los cortes circulares y el poder acabar con el enfrentamiento usando un solo corte con absoluta maestría, da como resultado la leyenda del poder de corte de las katanas. Aclaremos que efectivamente una Katana no es capaz de cortar una armadura ni otra espada, pero que su poder puramente cortante es superior al de las hojas rectas Europeas, y la técnica que usaban para cortar es más depurada y efectiva.Otro mito asegura que los sables japoneses estaban afilados como navajas barberas, y esto tampoco es totalmente cierto. A partir del año1600, en el que Ieyasu Tokugawa conquistó el poder convirtiéndose en Seii Tai Shogun o dictador militar, comienza a cambiar el estilo de fabricar los sables japoneses. Hasta ese momento las Katanas han sido armas de guerra, y los forjadores son conscientes de que sus espadas se las tendrán que ver con armaduras de todas clases, por lo que no se dota a los sables de filos muy agudos, por resultar éstos demasiado frágiles. Un filo fino se destruiría al primer golpe contra algo duro, y lo que interesa es que el arma sea duradera y sirva a su guerrero a lo largo de toda una batalla sin perder efectividad, de modo que tienen filos obtusos y gruesos que resultan suficientes para este cometido, y serían comparables a los de las espadas europeas. A partir de la fecha antes señalada, Japón vive una era de paz que durará 250 años, en los cuales las Katanas cambian la forma de su filo porque si se las usaba solía ser para duelos en los que los contendientes sólo llevaban la ropa, y es en este momento cuando cobran sentido los filos más agudos y cortantes, que han pasado a la fama.
Mito 8 COMBATES INTERMINABLES.
Estamos hartos de ver películas en las que los protagonistas se enzarzan en combates a espada que consisten en una larga serie de golpes, paradas y contragolpes que se resuelven al cuarto de hora cuando el malvado de turno, tras haber dedicado una perorata al héroe sobre sus planes de futuro, lanza un ataque clarísimo y muy lento, que el héroe aprovecha para despacharlo de la misma manera que lo podía haber hecho a los cinco segundos de empezar la pelea. Como en otras ocasiones, también se ha aceptado esta manera de "combatir" como cierta. En la vida real, lo primero, no se charla con el contrincante, segundo, se aprovechan todas las oportunidades, no como en las películas en las que se ven decenas de puntos abiertos por donde atacar sin que ninguno de los "guerreros" los aprovechen. Si tú no aprovechas una abertura de ésas, tu adversario sí lo hará. Para que nos hagamos una idea más certera de qué es un combate a espada auténtico, diremos que en la realidad la media de tiempo que dura un combate es de unos 4 segundos, más o menos, y eso si uno no está inmerso en una batalla. En el caso de las batallas, los combates duran lo que se tarda en lanzar un ataque, a lo sumo dos. Si en este lance no se ha alcanzado al enemigo, se ha sido alcanzado por él, sin más. En los duelos, la cosa se alargaba bastante más, pero porque los contrincantes se pasaban varios minutos observándose, y probando cambios de guardia o tocando hierro para ver las posibles reacciones del oponente. Luego, una vez lanzados al combate, la cosa se resolvía en pocos segundos.