Sangre de Diablo
En la sala del trono del Pandemónium, resonaban los cánticos a favor del caballero de las sombras.
Sangre, fuego, acero, gritos, angustia, dolor, justicia, paz…
El caballero Lacertus vestía una armadura de acero tan oscuro como una noche sin estrellas. Ya no llevaba el yelmo sobre la cabeza; el Oscuro se lo había arrancado de un zarpazo que casi le cuesta su morena cabellera.
Blandía con orgullo su mandoble al que llamaba “Justicia absoluta” mientras su capa oscura ondeaba al ritmo de sus movimientos.
El demonio sin nombre aullaba y maldecía a través de esos colmillos superdesarrollados. Su cola, afilada como la punta de una flecha, ardía de rabia y se empeñaba en ensartar al caballero de las sombras. Su cornamenta ardía entre llamas rojas y azules bajo la mirada atenta de Lacertus.
Se encontraban en un duelo singular. Esa batalla era la que decidía quién era el bueno y quién era el malo. Una vez más, la lucha del “bien” contra el “mal”.
La disyuntiva entre un bando y otro era cada vez mayor, las diferencias eran insalvables, no podían coexistir.
Lacertus fue elegido por los hombres y los dioses para acallar el poder de la oscuridad. El demonio por su parte, intentaba sobrevivir para poder cubrir el mundo con su manto de agonía, desesperación y temor.
Justicia absoluta danzaba de un lado a otro buscando la sangre del diablo, que con sus alas carnosas se mantenía a una distancia prudencial de Lacertus, riendo y escupiendo llamas.
La sala del trono se había convertido en un escenario de piedra ennegrecida por las flamas.
El caballero oscuro se hallaba en el centro de la gran sala de piedra, frente al trono de obsidiana. Ese trono era más oscuro que su propia armadura, más grotesco, el asiento digno de un señor de la oscuridad. Una gran calavera con granates engastados en los ojos y con las fauces abiertas coronaba el asiento. Un gran círculo de llamas se cerraba en torno a Lacertus que no hacía más que pasarse el guantelete por la frente para quitarse el sudor. Cada vez hacía más calor y la ropa se le pegaba más y más a la piel; llenando su cuerpo con una sensación harta desagradable.
¾ ¿Qué le pasa a nuestro paladín? ¿Acaso no soporta estos calores?-El diablo arrojó una serie de coletazos buscando el pecho de Lacertus-¡Vamos caballero, mátame! ¿Para eso te escogieron no?
¾ ¡Atrás criatura de las sombras!-Lacertus se sacudió el sudor que tenía cerca de los párpados y agarró la cola del diablo con el guante-¡Prepárate mal nacido, la hora de tu juicio ha llegado!
El diablo se reía a carcajadas mientras Lacertus tiraba de su rabo. Justicia absoluta pesaba demasiado como para empuñarla mientras sujetaba la cola del diablo, así que éste se zafó y atravesó el muslo del caballero de las sombras con la punta del rabo.
Las heridas de Lacertus eran cada vez más graves. Él no prestaba atención, pero cuanto más malherido estaba, los cánticos se tornaban más fuertes; como una exigencia. Llegó el punto que el diablo se cansó de jugar con el paladín y con sus garras tomó a Lacertus por el cuello.
¾ Llegó tu hora infiel. El mal reinará sobre todo…no puedes vencer al mal con tu espada-El diablo alzó la cola y la puso en posición para atravesar el cráneo del caballero de las sombras
Los cánticos rezaban al caballero: Muerte, haz justicia, tráenos la paz, destruye al mal original, sálvanos a todos…
Estas palabras le dieron a Lacertus el empujón que necesitaba en aquel momento, agarró el punzón de la cola del diablo cuando lo lanzó contra él y lo clavó en su ojo derecho.
Aullidos de dolor llenaron la sala, la piedra estalló y las llamas se revolvieron con fiereza estrechando el círculo que rodeaba al paladín sombrío y al diablo.
Lacertus aprovechó este instante brindado por “los dioses”, tomó a Justicia absoluta y abrió en canal al Oscuro. La sangre del diablo manaba por doquier y cubrió a Lacertus completamente, bañándolo en el dulce abrazo de la maldad, la venganza y el ansia de poder.
Con su último soplo de vida, el diablo abrazó al paladín para susurrarle al oído.
¾ Tú y tus dioses habéis perdido, Lacertus-el semblante del diablo cambió para ser una mujer…Elena, la prometida del paladín-Te la han jugado tus animadoras, ser…
El diablo…Elena, cayó al suelo con las vísceras desparramándose por el suelo llameante. Justicia absoluta cayó al suelo quebrándose. Lacertus cayó al suelo abrazándose a sí mismo con los ojos desorbitados, la mandíbula prieta y la armadura cubierta de la sangre demoníaca…
¾ ¿¡¡Qué he hecho!!?-gritó entre lágrimas
Ya no se oían cánticos de ánimo…las llamas se extinguieron y el cuerpo mutilado del diablo permanecía en el suelo, inerte.
Confundido, desesperado, desamparado, solo y destrozado el caballero se vio reflejado en el charco de sangre. Ya no llevaba la armadura oscura con la que había segado la vida del diablo.
Ahora…tenía cuernos, dientes afilados, una cola acabada en punta de flecha y su mandoble estaba partido por la mitad. Su justicia absoluta se había roto para dejar en su lugar a las garras de la agonía.
Ahora él era el diablo, él era el mal. Y ante el trono del Pandemónium el nuevo diablo se alzaba ya sin su morena cabellera, perdiendo a cada segundo su condición humana; avanzó hasta el trono y se sentó en él.
Cubierto por la sangre del antiguo rey oscuro, el ex-paladín comprendió que:
“Él origen de la maldad, fue entender mal que es el bien”
Uoho! Aixo ja ho havia llegit! M'ho vas ensenyar a casa teva algun dia i ja et vaig dir que mhavia encantat, perq feia q pensar.
ResponderEliminar(q conste q es la segunda vez q te escribo este comen, se me ha borrado antes u.u)
He acabat els marcs de fotos, aixi q podre vindre tonight. Ta truco later i ta dic el q.
TastimU!